De sus raíces etimológicas se
desprende que el matrimonio es una institución civilizada, es decir, que surge
en una vida ordenada y que está destinada fundamentalmente a proteger a la
mujer y a los hijos; pero mira fundamentalmente a la pareja pues se habla de
una vinculación ordenada , mutua y recíproca o de una comunidad de suertes (Monroy López, 1997) .
Para algunos, el matrimonio es
una expresión definitiva de un compromiso sagrado para amar a una persona toda
la vida y formar una familia. Dicha expresión se ve reflejada en los ritos católicos
al simbolizar su amor eterno e incondicional con la entrega mutua del anillo
ante el altar, al ser unidos por el lazo y al recibir la mujer las arras como
promesa de estabilidad económica a la familia próxima por formarse. Ante ésta estructura
simbólica del matrimonio, los contrayentes acceden a un modo de vida que satisface
una múltiple cantidad de necesidades básicas de la vida cotidiana y del yo
(estabilidad, compañía, seguridad, autonomía, protección, felicidad,
legitimidad social, descendencia). Así,
el deseo de casarse y el mantenimiento de un matrimonio implica una serie de
saberes prácticos y reflexivos que le otorgan un valor determinado a la vida
matrimonial (Rodríguez Salazar, 2001) .
La unidad familiar es considerada
sagrada e inviolable, el grupo social más fundamental de la humanidad
consolidada por la monogamia sexual. Sin
embargo, en occidente algunas parejas rompen la norma de la monogamia compartiendo a su cónyuge con
otros, incluso con extraños. En su opinión siguen siendo afectiva y
emocionalmente fieles con el otro. Aunque estas parejas afirman que están
siendo sexualmente sinceras, para la mayoría son adúlteros, sexualmente
promiscuos y desafían los sagrados vínculos del matrimonio.
La modernidad ha implicado una
serie de condiciones sociales y personales capaces de propiciar nuevas formas
de vida y de pensamiento. Las experiencias de la vida urbana, de los medios de
comunicación, de la divulgación de la ciencia, etc. constituyen un marco social
amplio que posibilita formas inéditas de entendimiento y acción social en la
vida cotidiana. De hecho, algunos autores señalan que las representaciones sociales
constituyen medios para la renovación de significados, para la incorporación de
elementos extraños de la vida social, para hacer comprensible un mundo que
tiene como característica principal el cambio constante, esto es, el mundo
moderno (Ibáñez, 1988).
Monroy López, J. d. (1997). El concepto de
matrimonio.
Rodríguez Salazar, T. (2001). Las razones del
matrimonio: representaciones, relatos de vida y sociedad. Guadalajara,
Jalisco: CUCSH-UdeG.
Ibáñez García, Tomás (1988). Representaciones
sociales, teoría y método, en Tomás Ibáñez (coord.) Ideologías de la vida cotidiana. Barcelona: Sendai.